Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 27 de octubre de 2016

El nuevo grupo de camareras de la Hermandad de las Cinco Llagas comienza sus sesiones de trabajo





Con desbordante ilusión y hondo agradecimiento, conscientes del alto sentido de la responsabilidad y del privilegio que reciben a manos llenas, las hermanas que conforman el nuevo grupo de camareras de la Hermandad de las Cinco Llagas ya han iniciado unas sesiones de trabajo -asistidas por varios miembros de la Junta de Gobierno- en las que no únicamente planifican las funciones y funcionalidades propias del cargo sino que igualmente asumirán y apoyarán otras iniciativas de necesidades de costura de la cofradía y un plan de fomento de la devoción de los Sagrados Titulares de esta corporación así como una estrecha colaboración con los cotidianos quehaceres del hermano Capiller. 


Aún quedan pliegos disponibles de LOTERÍA DE NAVIDAD




Esta Santa Hermandad participa con los siguientes números: 15567 y 12619. Todo aquel que esté interesado puede ponerse en contacto con el sr. tesorero, N. H. D. José Soto Rodríguez en el teléfono 649102003.


La Capilla del Voto acoge mañana viernes a partir de las 21,00 horas el pregón del costalero


La cita se enmarca en el arranque del VII Encuentro de Costaleros que se celebrará este fin de semana en nuestra ciudad, siendo el pregonero el capataz del paso del Señor de la Vía-Crucis, don Manuel Campos.




Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XXXXI Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Buscar y salvar

Jesús está ya al final de su largo viaje hacia Jerusalén. Entre las enseñanzas de esta última etapa se encuentra la acogida de Jesús a los niños y mendigos –al contrario de lo acostumbrado en el uso local– y la dificultad de renunciar a las riquezas en favor del Reino de Dios, como expresa el relato del joven rico, que rechaza el seguimiento de Cristo por su amor a los bienes terrenales. Ciertamente, es difícil que los ricos se salven, pero no imposible. Y para mostrar un ejemplo, Lucas ofrece el hermoso relato de Zaqueo, en el que un hombre rico y pecador se convierte y se salva.
La escena se sitúa en Jericó, verdadero centro económico y lugar estratégico en la ruta hacia Jerusalén. Jesús entra en la ciudad y la gente, expectante, se amalgama en torno a las calles por donde atravesaba la ciudad.

La pequeñez del hombre
Zaqueo es denominado en el texto como «jefe de publicanos», es decir, una especie de supervisor de publicanos y, por tanto, «rico», porque eran una comunidad adinerada. Recaudaban impuestos entre los judíos para los romanos, pero ellos aprovechaban para abusar con tarifas excesivas y enriquecerse injustamente. Eran despreciados tanto por los romanos como por los judíos, porque eran ladrones e impuros. Gozaban de mala reputación entre la gente y eran pecadores ante la Ley de Dios. Su soledad y culpabilidad era compensada por su riqueza. Sin embargo, Zaqueo es presentado en el relato no como una persona odiosa; sino como alguien que quiere ver desesperadamente a Jesús. El evangelista no explica los motivos de tal deseo; pero se entretiene en detalles particulares que definen un comportamiento notable en Zaqueo. El gentío y su baja estatura impiden lograr su objetivo. No consigue ocupar ningún lugar principal o cercano al evento, sino que acepta un segundo puesto entre la multitud. Es entonces cuando, corriendo delante de la multitud, busca como alternativa subirse a un árbol y esperar a que pase Jesús por allí. Zaqueo se siente ajeno y solo en medio de tanta gente; no participa de la algarabía del acontecimiento, pero… quiere ver a Jesús y se pone al alcance del Señor.

La grandeza de Dios
Podemos imaginar la sorpresa de todos cuando, al llegar a aquel sitio, Jesús levantó los ojos, miró a Zaqueo y dirigiéndose a él por su nombre le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». ¿Cómo es posible que en medio de tanta gente, Jesús se fijara precisamente en Zaqueo, un pecador? Es Jesús quien toma la iniciativa. Es ahora Él quien tiene urgencia de ver y entrar en casa de Zaqueo. Zaqueo buscó ver a Jesús, y ahora Jesús busca a Zaqueo para salvarlo. El texto dice que lo recibió «muy contento», porque probablemente vio en la mirada de Jesús la comprensión y el amor que no encontró en ningún otro de sus contemporáneos. Y es esa actitud de misericordia y compasión de Jesús la que transforma la actitud de Zaqueo y provoca su conversión, su cambio de vida, como expresa el desprendimiento de sus riquezas y la reparación de las injusticias causadas: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Es la reacción de un corazón perdonado y amado, que excede, incluso, lo que requiere la Torá. Es entonces cuando Jesús responde con una sentencia que aprueba el comportamiento de Zaqueo; asegura el perdón y la salvación de Dios para este pecador que estaba perdido; y responde a las críticas de los que murmuraban contra Jesús por el gesto escandaloso de hospedarse en casa de un pecador: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán». No solo le concede el perdón, sino que le restituye a la vida de la comunidad judía de los descendientes de Abrahán.

Buscar y salvar lo perdido.
No olvidemos la actitud del resto de los protagonistas del relato: «Todos murmuraban». Jesús se expone a sí mismo a la crítica de aquellos judíos al visitar la casa de Zaqueo. Jesús era admirado por aquella multitud; Zaqueo, sin embargo, era odiado. A juicio de los presentes, este no merecía ser honrado con la presencia de Jesús en su casa. Sin embargo, Jesús reacciona contra este juicio popular y llama a Zaqueo «hijo de Abrahán» para significar que no está desheredado de la bendición prometida a Abrahán, es decir, que es pleno miembro de la comunidad judía.
Y es entonces cuando enseña que salvación de Dios está dirigida en primer lugar para quienes más lo necesitan: para aquellos que están perdidos del recto camino, los pecadores, los que están alejados de Dios. «El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Esta es la finalidad de la misión del Hijo de Dios: buscar y a salvar lo que está perdido. Este relato de la conversión de Zaqueo refleja la misericordia entrañable de Dios para con los pecadores y la conversión posible de un pecador en seguidor comprometido de Jesucristo.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos




Evangelio

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, data prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».


Lucas 19, 1-10





Presentada el pasado martes la Instrucción AD RESURGENDUM CUM CHRISTO acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación

Fuente: ZENIT



La Iglesia permite la cremación de difuntos, pero sepultando las cenizas en cementerio: no en casa

La instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación, con el título Ad resurgendum cum Christo ha sido presentada este martes 25 de octubre en la sala de prensa de la Santa Sede.

Lo presentaron el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe; su consultor Ángel Rodríguez Luño; y el padre dominico Serge-Thomas Bonino, secretario de la Comisión Teológica Internacional.

El cardenal Müller señaló que la cremación, debido a su incremento, será considerada como una práctica común.

Y a este desarrollo, ha advertido, le acompaña otro fenómeno: “la conservación de las cenizas en un ambiente doméstico, su conservación en recuerdo conmemorativos o su dispersión en la naturaleza”.

Por ello la preocupación específica de este documento se refiere a la conservación de las cenizas: la Iglesia recomienda vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar los cuerpos de los difuntos”, aunque la cremación “no está prohibida a no ser que esta haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana”.

¿Cómo conservar la urna funeraria?
Entretanto no existía una normativa canónica sobre la conservación de las cenizas, por tal razón algunas conferencias episcopales pidieron a la Congregación para la Doctrina de la Fe, unas pautas sobre cómo y dónde conservar la urna funeraria, indicó.

El cardenal reiteró que “la Iglesia sigue recomendando insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en el cementerio o en otro lugar sagrado”.

Además, enterrar “es la forma más idónea para expresar la fe y la esperanza en la resurrección corporal”.

Reconoció que puede haber motivaciones legítimas para elegir la cremación del cadáver, pero las cenizas tienen que ser conservadas normalmente en un lugar sacro, o sea, en un cementerio o lugar sagrado.
 

Además, es necesario evitar equívocos panteístas o naturalistas, por lo que “no está permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra, en el agua o de otra manera, ni convertir las cenizas en recuerdos conmemorativos”.

Con esta nueva instrucción, indicó el purpurado, queremos contribuir “para que los fieles cristianos tomen una ulterior conciencia de su dignidad”.

Y concluyó recordando que es necesario “evangelizar el sentido de la muerte a la luz de la fe en Cristo Resucitado”.

La cremación "tiene algo de brutal"
Respondiendo a ZENIT el padre Bonino señaló que el proceso de la cremación no es natural como la inhumación, porque interviene la técnica.

“Es un proceso en el cual el hombre intenta tener dominio sobre la vida y la muerte”.Tiene algo de brutal –ha observado– porque destruye enseguida el cuerpo sin dejar a las personas cercanas la posibilidad de hacer esta operación de aceptación a través del tiempo, como en una especie de privatización de la muerte.

El padre Bonino señaló también que en la instrucción apenas publicada, no hay que olvidar la primera parte sobre la sepultura del difunto y que se ha querido “reiterar las razones doctrinarias y pastorales para la preferencia de la sepultura de los cuerpos” que la Iglesia “recomienda insistentemente”.

El padre Rodriguez Luño añadió que el documento muestra la atención de la Iglesia paraque el trato a los cuerpos de los difuntos de los fieles “sean inspirados por el respeto y caridad y pueda expresar adecuadamente el sentido cristiano de la muerte y la esperanza en la resurrección del cuerpo”.

El respeto a la voluntad del difunto
Respecto a la cremación, la instrucción explica que cuando se opta por ella por razones de tipo higiénicas, económicas o sociales, “no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del fiel difunto”.

Y asegura que “la Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta práctica”, ya que la cremación del cadáver “no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo”.

En esta misma línea, se precisa que las cenizas del difunto “deben mantenerse en un lugar sagrado”, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente.

Asimismo se observa que la conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede “ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana”.

Las cenizas no deben guardarse en casa
De este modo, se argumenta que no está permitida “la conservación de las cenizas en el hogar”. Al respecto se indica que solo en casos de graves y excepcionales circunstancias, dependiendo de las condiciones culturales de carácter local, el Ordinario, de acuerdo con la Conferencia Episcopal o con el Sínodo de los Obispos de las Iglesias Orientales, puede conceder el permiso para conservar las cenizas en el hogar.

Además, las cenizas “no pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares” y “se les debe asegurar respeto y condiciones adecuadas de conservación”.

No se pueden convertir las cenizas en joyas
Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, “no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma”.

tampoco se permite “la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos”, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder “no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que pueden motivar la opción de la cremación”.

Quien pida la dispersión de sus cenizas, sin exequias
En el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, “se le han de negar las exequias, de acuerdo con la norma del derecho”.

Asimismo, recuerda que siguiendo la antiquísima tradición cristiana, “la Iglesia recomienda insistentemente que los cuerpos de los difuntos sean sepultados en los cementerios u otros lugares sagrados”.

Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, “la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne”, y “pone de relieve la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia”.

Por eso, el documento subraya que no puede permitir “actitudes y rituales que impliquen conceptos erróneos de la muerte, considerada como anulación definitiva de la persona”, o como “momento de fusión con la madre naturaleza o con el universo”, o como “una etapa en el proceso de re-encarnación, o como la liberación definitiva de la ‘prisión’ del cuerpo”.

Al respecto, precisa que la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados responde adecuadamente a la “compasión” y el “respeto” debido a los cuerpos de los fieles difuntos,

Por último, la sepultura en los cementerios u otros lugares sagrados favorece “elrecuerdo y la oración por los difuntos por parte de los familiares y de toda la comunidad cristiana”, y la veneración de los mártires y santos.

También reconoce que mediante la sepultura, la tradición cristiana se ha opuesto a la tendencia a “ocultar o privatizar” el evento de la muerte y el significado que tiene para los cristianos.

Pueden encontrar el documento completo en el siguiente enlace:


domingo, 23 de octubre de 2016

El grupo joven de las Penas de San Vicente visita la Casa de Hermandad de las Cinco Llagas




Este pasado sábado día 22 de los corrientes  el grupo joven de la sevillana Hermandad de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores -las Penas de San Vicente- se desplazó a esta ciudad de Jerez de la Frontera invitada expresamente por el grupo joven de la jerezana Hermandad de las Tres Caídas. Los jóvenes sevillanos de las Penas aprovecharon además la ocasión para también visitar otras distintas sedes canónicas y Casas de Hermandad de cofradías jerezanas. Entre ellas las de las Cinco Llagas. Como se aprecia en la imagen, de este cofradía de la Madrugada Santa visitaron la Casa de Hermandad, siendo recibidos por el Hermano Mayor y el Secretario, quienes explicaron y transmitieron detalles y datos del rico patrimonio atesorado en esta céntrica Sala Capitular así como ofrecieron a tan distinguida visita un jerez de honor. 


Nuestra Hermandad de las Cinco Llagas se adhiere a la causa de beatificación de la jerezana María Antonia de Jesús Tirado




viernes, 21 de octubre de 2016

Colabora con la Bolsa de Caridad P. Pedro Guerrero González, S.I.





El próximo lunes 24 de los corrientes y a las 20,30 horas en San Francisco, misa por el eterno descanso de don Javier Lebrero Contreras, hermano mayor que fue entre los años 2004 y 2006




Evangelio y comentario


Fuente: ALFA Y OMEGA

XXX Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Humildad

Jesús continúa explicando a sus discípulos en qué consiste la vida del Reino de Dios. Y en este texto prosigue su enseñanza por medio de una parábola. Es importante advertir la explicación que da Lucas para motivar este mensaje de Jesús, dirigido a «algunos que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos». Se refiere a los fariseos, que se creían justos ante Dios y despreciaban a los demás. El relato se articula en torno a la diversa actitud de dos personajes que suben al templo de Jerusalén para orar.

La oración arrogante del fariseo
El primer protagonista es un fariseo. Bien sabemos todos que este término tiene en la actualidad connotaciones negativas. Decir fariseo significa hipócrita y poco fiable. La descripción que hace Jesús de este personaje ciertamente es un tanto satírica, pero no todo en ellos era negativo. Los fariseos trataban de guardar y defender la Ley judía frente a la amenaza de romanos y samaritanos. Es más, intentaban agradar a Dios a través de su pureza ritual, ayunos, diezmos y el respeto del sábado. Sin embargo, oraba de pie y en los primeros puestos del templo, para destacarse de sus inferiores y llamar la atención de la gente. Más aún, el fariseo aprovecha su larga oración para dar gracias a Dios por ser quien es, porque es perfecto y puro y no le ha hecho despreciable como otros muchos, como, por ejemplo, ladrones, injustos o el publicano allí presente, al que señala despectivamente. ¿Por qué se cree justo? Porque juzga su comportamiento generoso respecto a los requisitos exigidos por la Torá: ayuna dos veces por semana, cuando la Ley exigía una; da el diezmo de todo, y no solo de las cosechas, como mandaba la ley judía… El fariseo se presenta ante Dios seguro de sí mismo, autosuficiente y pensando que es él mismo quien logra con su comportamiento la salvación. Sin embargo, su oración es soberbia, egocéntrica, narcisista y, por tanto, cerrada a Dios. No suplica nada, porque no necesita nada. Él se considera justo ante Dios y mejor que los demás.

La oración humilde del publicano
Bien sabemos ya que el publicano era un marginado de la puritana sociedad judía, porque había pactado con los romanos, convirtiéndose en un traidor ante Dios y el pueblo judíos a cambio de riquezas terrenales. Aparece en la parte trasera del templo y cabizbajo. Se considera un pecador indigno de presentarse ante el lugar santo de Dios. Los golpes de pecho reflejan su pesar interior y la necesidad del perdón. Él no es quién para juzgar o condenar a nadie, simplemente se desprecia a sí mismo e invoca la misericordia de Dios, porque sabe que de sí mismo no puede esperar la salvación. Es una oración breve, directa, descentrada de sí mismo, abierta a Dios y, por tanto, esperanzada. No reclama más que la compasión de Dios para que sus pecados sean perdonados.
Sobre la actitud en la oración
Ambos personajes suplican a Dios; pero representan dos actitudes opuestas. Una es acogida por Dios; la otra, rechazada. El fariseo ora con soberbia y busca justificarse ante Dios por medio de sus obras, despreciando a los demás. El publicano es consciente de su condición pecadora y ora con humildad, sin compararse ni juzgar a nadie. De tal forma que el que se creía justo sale del templo sin ser justificado; y el considerado injusto va justificado a su casa. Porque el perdón, la salvación y la justicia son un don de Dios, no un logro humano. Dios no puede aceptar la oración soberbia del que se vanagloria ante Él, porque es una oración hecha desde el engaño y se transforma en una farsa. Nadie es perfecto, sino Dios. Sin embargo, Dios escucha y acoge la oración humilde del que se siente humilde, pobre y pequeño ante Él, porque es una oración hecha en verdad. Por eso, termina la parábola con esas esperanzadoras palabras de Jesús, que contrastan con la actitud soberbia de los fariseos y resultan programáticas para todo seguidor de Jesucristo: «Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Recuerda esta gran lección para examinar tu vida y tu oración. Todos podemos ser el publicano o el fariseo. ¿Qué actitud te define ante Dios? ¿Soberbia o humildad?


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos




Evangelio

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Lucas 18, 9-14





Carta pastoral del arzobispo de Madrid con motivo de la reciente canonización de San Manuel González


Recuerdo agradecido a San Manuel González

Fuente: ALFA Y OMEGA

A través de su vida y de sus escritos, san Manuel González nos manifestó la grandeza de la existencia humana cuando se eucaristiza. Y para eucaristizar el mundo, hay que conocer y dar a conocer a Jesucristo «Sigue siendo necesario hacer esta confesión y proclamarla delante de todos los hombres: “Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo”»

El Papa Francisco canonizó el pasado domingo a don Manuel González, obispo del sagrario, hoy ya san Manuel González. Por eso, os quiero hablar del proyecto espiritual y humano engendrado en la Eucaristía que vivió y presentó a la Iglesia. A través de su vida y de sus escritos nos manifestó la grandeza de la existencia humana cuando se eucaristiza.

¡Qué fuerza y qué belleza tiene la Eucaristía en la transformación de la persona y de un pueblo! San Manuel González cree tanto en la fuerza de la Eucaristía y en la transformación que ejerce en la vida de los hombres y en la historia, que dice: «Tengo la persuasión firmísima de que prácticamente el mayor mal de todos los males y causa de todo mal, no solo en el orden religioso, sino moral, social y familiar, es el abandono del Sagrario. El abandono de la Eucaristía priva a Dios de la mayor gloria que de los hombres puede recibir y a estos de los mayores y mejores bienes que de Dios pueden esperar».

San Manuel González incide en que, para eucaristizar el mundo, hay que conocer y dar a conocer a Jesucristo: «¡Conocer y dar a conocer a Jesús! ¡Conocerlo y darlo a conocer todo lo más que se pueda! He aquí la suprema aspiración de mi fe de cristiano y de mi celo de sacerdote, y la que quisiera que fuera la única aspiración de mi vida».

Presento algunos acentos del itinerario que debemos seguir los discípulos de Cristo para entrar en los dinamismos de la Eucaristía tal y como don Manuel los diseña. Los aprendemos a vivir junto al Señor en la Eucaristía:

1. Vivir sabiendo que el Señor siempre tiene algo que decirnos.
 Recuerda la expresión de san Manuel González: «Como a Simón, el fariseo desatento que lo convidó a comer, te dice a ti: “Tengo algo que decirte”. Y antes de que respondas, como aquel, “Maestro di”, quiero y te ruego que te detengas un poco a saborear esas palabras. ¡Dicen tanto al que las medita, que ellas solas calmarían más de una tempestad y disiparían más de una tristeza!».

2. Vivir aceptando esa llamada del Señor: «levántate».
Dirá don Manuel, «¡con qué relieve aparece ante mis ojos esa que después de todo es una verdad de sentido común!: que para andar aunque sea un solo paso es menester levantarse! [...] El “levántate” que hacía andar a los paralíticos, despertaba a los dormidos y echaba fuera de las tumbas a los muertos […] sin levantarnos nada podemos hacer ni en la obra de Dios, que es su gloria, ni en la obra del prójimo y nuestra, que es la santificación».

3. Vivir siempre en el horizonte de este mandato: «anda».
Esta era la condición que ponía a todos aquellos que se beneficiaron de la presencia y de la acción del Señor. Don Manuel capta este horizonte y dice: «Ese “anda” era casi la única condición que ponías al agradecimiento de los beneficiados por tus milagros […] Es para hacerme pensar y meditar muy despacio que al paralítico a quien das movimiento, al ciego y al leproso a quienes devuelves la salud, al muerto a quien das vida, a la pecadora a quien otorgas el más generoso de los perdones, al apóstol a quien entregas el universo para convertirlo, a todo el que pasa junto a ti, sacándote virtud, le impones siempre este mandato: “anda”».

4. Vivir aceptando el reto del seguimiento: «sígueme».
Explicará don Manuel que «ese “sígueme” […] equivale a esto otro: “alma, conozco tan bien tu pasado, tu presente y tu porvenir, me fío tanto de tu cariño, me encuentro tan a gusto junto a ti, te necesito tanto para mi gloria y me necesitas tanto para tu dicha, que no quiero vivir sin ti, ni me atrevo a decirte el “anda, hasta luego”, sino que quiero que estés conmigo todos los instantes del día y de la noche”».

5. Vivir la vida sabiendo descansar: «descansad un poco».
No se trata de un descanso cualquiera, san Manuel González hace retrato de ese descanso: «Ese “descansad un poco” no es el dormir sin cuidado de los discípulos de Getsemaní; ni tampoco el volver la cara atrás mientras se lleva la mano puesta sobre el arado, de los inconstantes; ni el enterrar el único talento para no tener que explotarlo, de los desconfiados; nada de eso. El “descansad un poco” que precede o sigue a las grandes acciones evangélicas es un laborioso descansar, es un dejar quietos los ojos, los oídos, los pies y las manos para reconcentrar la actividad que se quita al cuerpo en el alma y esta vea, oiga y se entregue más enteramente a su Dios».

6. Vivir confesando al Señor en medio de los hombres.
Aquella pregunta que hace el Señor a los discípulos sigue siendo clave para hacer la buena confesión de fe en medio del mundo; así lo expresa don Manuel: «“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” El Evangelio dice que la primera vez que se hizo esta pregunta fue respondida con gallarda y bellísima confesión: “Tú eres Cristo Hijo de Dios vivo”, pero que la segunda vez que se volvió a hacer obtuvo esta otra tan triste como injusta y falsa: “No conozco a ese hombre” […] Y cuenta que fueron los mismos labios los que dieron las dos respuestas».

Sigue siendo necesario hacer esta confesión delante del Señor y proclamarla delante de todos los hombres, «Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo».

+ Carlos, arzobispo de Madrid




     Tapiz con la imagen de san Manuel González en la fachada de la basílica de San Pedro, durante la canonización

martes, 18 de octubre de 2016

Los ciclos ‘Debates formativos’ y ‘Memorial Manuel Martínez Arce’, las visitas culturales, peregrinaciones y encuentros institucionales, y la formación eclesial a través del blog oficial de la Hermandad, centran las propuestas de la diputación de Formación de la Hermandad de las Cinco Llagas para el presente curso 2016-2017


El cuerpo de hermanos de la Hermandad de las Cinco Llagas, reunido en Cabildo General Ordinario de Apertura de Curso, aprobó por unanimidad el pasado viernes tanto el borrador del acta del Cabildo General anteriormente celebrado como el presupuesto del curso 2016-2017 y el amplio plan de actividades y líneas de actuación -ya cerradas en fecha y así programadas- sobre todo en los ámbitos concernientes al Culto, la Caridad, la Formación y la recientemente creada Diputación de Juventud. Presidida la Asamblea por el director espiritual padre José Luis Salido y por el Hermano Mayor de la corporación Rafael Cordero Jaén, se destacó de manera prioritaria las acciones y planes de actividades de las diputaciones de Formación, Caridad y Juventud -de los contenidos de estas dos últimas daremos cuenta en próximamente-.
El plan de Formación elaborado para el presente curso -y sucesivos- destaca las siguientes propuestas:

Primero: Los denominados “Debates formativos”, que consistirán en una breve exposición inicial de unos quince minutos -un viernes al mes inmediatamente después de los rezos en la Capilla del Voto- sobre temas como Hermandades y Cofradías, valores cristianos, reglas y ordenanzas de nuestra corporación nazarena, espíritu y carisma de la Orden Franciscana e integrantes de la cofradía: acólitos, costaleros y nazarenos. A la breve exposición seguirá un debate abierto de preguntas y participación abierta y didáctica de las personas asistentes. Se unificarán las conclusiones para consignarlas en la memoria anual de la diputación de Formación.

Segundo: El tradicional -de convocatoria anual- ciclo de Conferencias Memorial Manuel Martínez Arce que, en orden a tres ponencias, se celebrarán siempre después de Semana Santa y antes de la celebración del Cabildo de Cuentas y Cierre de Curso (por lo común en el mes de mayo). Estas ponencias formativas también se celebrarán en la Capilla del Voto de la iglesia de San Francisco.

Tercero: Visitas culturales, peregrinaciones y excursiones cofradieras. Tras el inmejorable resultado de las realizadas durante a celebración del LXXV Aniversario de nuestra reorganización -en este caso en actos de encuentros
institucionales y convivencias fraternales con nueve destacadísimas hermandades de Sevilla-, en las que la calidad de las visitas institucionales y la muy amena convivencia de los hermanos siempre fue denominador común, esta Junta de Gobierno continuará con dicha iniciativa ampliando los destinos también a otros puntos de España.

Cuarto: El blog oficial de la Hermandad, en permanente actualización, y al margen de su habitual contenido informativo de las actividades propias de la Hermandad, asimismo publicará -como viene haciéndose con asiduidad- documentos eclesiales oficiales relacionados con la actualidad de la Iglesia, u otros históricos de sumo interés, para enriquecimiento formativo de los hermanos.





Recordatorio: el próximo viernes a las 20,30 en la Capilla del Voto, rezos semanales a nuestros Sagrados Titulares



Foto: N.H.D. José Soto Rodríguez

sábado, 15 de octubre de 2016

El sagrario, tratamiento para nuestro barro

Fuente: ALFA Y OMEGA


El sagrario, tratamiento para nuestro barro
Antonio R. Rubio Plo

En un pequeño libro titulado Nuestro barro, don Manuel González dejó escrito: «Que nunca olvide yo que si barro con soplo de Dios fue mi padre Adán, barro con gracia tuya puede llegar a ser santo»
Un joven sacerdote de 25 años puede sentir sobre sí la abrumadora carga de su misión evangelizadora. Las dificultades se le antojan insalvables por su falta de experiencia, pero su fe le dice que es una labor que no depende exclusivamente de él. Es Dios quien da el incremento. Así debió de sentirse un sacerdote recién ordenado don Manuel González García en 1902 en Palomares del Río, un pueblecito del Aljarafe sevillano. En aquel lugar reinaban los prejuicios y estereotipos de una larga tradición anticlerical, en parte originada por las tremendas diferencias sociales de la época, mucho más acuciantes en el campo andaluz. El sacristán de su nueva parroquia le había pintado un cuadro desolador en el que no solo existía hostilidad contra los sacerdotes. Había también desidia e indiferencia moral. El estado de la iglesia era lamentable, pero la verdadera riqueza del templo procedía de albergar un tesoro escondido: el sagrario.
En el sagrario radicará la fuerza que dará impulso a don Manuel para proclamar el Evangelio. Años más tarde, contará su experiencia: «Fuime derecho al sagrario… y ¡qué sagrario, Dios mío! ¡Qué esfuerzos tuvieron que hacer allí mi fe y mi valor para no salir corriendo para mi casa! Pero, no huí. Allí de rodillas… mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno que me miraba… que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio… La mirada de Jesucristo en esos sagrarios es una mirada que se clava en el alma y no se olvida nunca. Vino a ser para mí como punto de partida para ver, entender y sentir todo mi ministerio sacerdotal».
El obispo de los sagrarios abandonados
Don Manuel González, promovido sucesivamente a las sedes episcopales de Huelva, Málaga y Palencia, asumirá un título que le definirá para siempre: el obispo del sagrario abandonado. Sus escritos pretenden hacer hincapié en la necesidad de hacer compañía al Señor sacramentado, al que le duelen más que los detalles externos las faltas de amor y correspondencia del corazón de los cristianos. Estar ante el sagrario no es ni mucho menos entregarse a reflexiones piadosas o mascullar una cadena de peticiones. Es simplemente mirar a Cristo y dejarse mirar por Él. Junto a aquel sagrario de Palomares del Río, don Manuel no debió de hacer una lista acuciante de sus necesidades. Bien conocía el dueño de la mies lo que hacía falta, en lo material o en lo espiritual. Por eso la actitud del joven sacerdote, que le acompañó a lo largo de su vida, sería tomar conciencia de la fragilidad humana, de no creernos que todo se debe a nuestros méritos y dejar a Dios actuar.
No hace mucho tiempo encontré un pequeño libro, Nuestro barro, que perteneció a mi madre. Lo publicó la editorial El Granito de Arena, fundada por el santo obispo. El texto es, en gran manera, un testimonio de las dificultades por la que atravesó la Iglesia española durante la II República, y don Manuel percibe con gran acierto el desafío de una revolución que no solo era política y social sino también antropológica. Pero más allá de las circunstancias históricas concretas, lo que importa al cristiano de todos los tiempos es que nos demos cuenta de que estamos hechos de barro, si bien nuestra fortaleza consiste en poner a Dios al lado de nuestra fragilidad. No es una actitud pasiva sino una invitación a utilizar las propias capacidades y a la vez dejarse conducir por Dios. Así lo expresa don Manuel: «Hagamos el ahora y dejémosle el antes y el después». Es precisamente el sagrario un lugar adecuado para practicar «ejercicios de despreocupación», consistentes en hacer caso al Señor que, según nuestro santo, nos está diciendo: «Tú haz lo tuyo y Yo haré lo mío».
Como tantos santos, don Manuel percibe que la soberbia es nuestro principal enemigo, pues implica olvidar la fragilidad de nuestro barro. Todo gira en torno al yo, lo que también se concreta en una excesiva utilización en nuestras conversaciones del pronombre me, y así surge un término novedoso, el meísmo, que «es hermanito del egoísmo, y los dos socios de la razón social: primero yo, mí y me, y después, me, mí y yo»”. Esta enfermedad tendría tratamiento al ponerse ante el sagrario y repetir lo que escribe el autor: «Que nunca olvide yo que si barro con soplo de Dios fue mi padre Adán, barro con gracia tuya puede llegar a ser santo». Porque los santos también son de barro; caen y se hacen pedazos y vuelven a levantarse, eso sí con ese «tarrillo de cola» que es la gracia de los sacramentos y de la oración.
Quien está muy cerca, sobre todo espiritualmente, del sagrario tiene que salir encendido de allí para estar muy próximo a sus hermanos. Así lo hacía don Manuel. En 1933 pudo consolar a un sacerdote en Madrid, blanco de contradicciones e incomprensiones en su labor apostólica. El obispo se limitó a poner la mano sobre su cabeza, y a decirle por dos veces: ad robur, ad robur(fortaleza). Luego vino una promesa de oración y un abrazo muy apretado.



Ante la canonización mañana domingo del beato Manuel González

Fuente: ALFA Y OMEGA


Manuel González, «mi médico del cielo»
«¿Puede ser un milagro?», le preguntó María del Carmen Varela a su doctora, que no daba crédito del resultado de las pruebas. «No creo en los milagros, pero sí», respondió ella
 Ramón Carballás cogerá un avión a Roma para asistir a la canonización del obispo que milagrosamente curó a su madre, María del Carmen, una pontevedresa que murió en 2011 por causas ajenas al proceso. Este domingo el Papa declarará santo a Manuel González, al que Ramón se ha imaginado «en el cielo, junto a mi madre, expectantes ante la celebración».
Francisco elevará a los altares al obispo sevillano gracias a la curación de María del Carmen, a la que en agosto de 2008, con 78 años, le apareció una infección que provocó que le tuvieran que quitar todos los dientes de la parte inferior de la boca. «La herida de la extracción es grande, y tras tomar antibióticos, no sana; al contrario, empeora. En el mes de octubre, el doctor Germán Esparza, médico estomatólogo, ve necesario hacerme una biopsia», explica la propia María del Carmen en un texto en el que dejó escrito su testimonio. Los resultados revelan que la paciente sufre un «linfoma plasmablástico agresivo».
Comienzan entonces un sinfín de pruebas. «Es todo muy rápido y ven claramente que tienen que empezar sin demora a aplicarme quimioterapia», a pesar de que tenía el «corazón ligeramente delicado» y de que «estaba muy floja», asegura María del Carmen, que en aquel momento pesaba 38 kilos. Los médicos advierten a la familia de que «si no acababa con ella la enfermedad lo haría el tratamiento», explica a Alfa y Omega su hijo. Fueron años muy duros para la familia. A la muerte de su única hermana le siguió un ictus sufrido por el padre y el linfoma de la madre, cuyo tratamiento podía desgastarla hasta la muerte. A pesar de todo, tenían puesta su confianza en el Señor. «Nunca perdimos la fe, ni echamos las culpas a Dios. Pensábamos: “Señor, ¿es tu voluntad? Pues adelante”», recuerda Ramón.

«Mi médico del cielo»
Es entonces cuando la enferma, pensando que le quedaba poco tiempo de vida, decide prepararse para bienmorir. «Tan mal me encontraba que creía que nuestro Señor me llamaba» a su presencia «y expresé mi deseo de que viniera a verme don Paco León», oriundo de Palencia, «sacerdote de la parroquia San Juan de Ribera» de Madrid, a donde la familia se había trasladado desde su Galicia natal. «Quería, para mi tranquilidad espiritual, reconciliarme» con Dios «y recibir los últimos sacramentos. Pensaba que había llegado mi hora».
El párroco no puede acudir en ese instante pero le hace llegar a la enferma una estampa y una reliquia del beato Manuel González, que fue obispo de Palencia, con la recomendación de que la rezara con mucha devoción. «Yo no había hecho ninguna novena antes», asegura María del Carmen, que empezó a rezar la estampa a diario pidiendo su curación.
«Al cuarto día de empezarla los médicos de Hematología me mandaron ir al hospital de La Princesa para empezar ya con la quimioterapia agresiva, aun a riesgo de mi vida». Cuando la paciente llega a la consulta de la doctora Arranz, esta le dice: «Pues no voy a hacerle nada. Ni quimio ni ningún otro tratamiento. No necesita nada porque increíblemente el linfoma ha desaparecido. Esto es increíble pero es así. ¡No está!».
Según la médico del departamento de Hematología se había producido una regresión espontánea del tumor. María del Carmen, «que no había llorado en todo este tiempo malo», empezó a llorar «pensando cómo podía ser verdad lo que estaba oyendo».
La paciente, entre lágrimas, acertó a preguntar a la doctora: «¿Puede ser un milagro?». «Yo no creo en los milagros, pero sí», le contestó la médico.
La primera reacción de María del Carmen y su familia fue pensar «que se trataba de un error, que se había producido alguna equivocación porque la verdad es que no estábamos preparados para recibir un milagro», asegura Ramón. En el hospital la empezaron a hacer infinidad de pruebas de seguimiento para verificar qué había pasado. Durante los siguientes nueve meses tuvo que continuar acudiendo al hospital para hacerse más pruebas, más tacs… No encontraban nada. No había ninguna explicación. Incluso se mandó al Centro Nacional de Oncología (CNO) el bloque de parafina con la biopsia para que lo revisaran. Confirmaron el diagnóstico. Había habido regresión espontánea. Por segunda vez volvieron a mandar las pruebas al CNO. «¿Certifica usted y vuelve a reafirmarse en el diagnóstico?», volvieron a preguntar. Y obtuvieron idéntica respuesta.
Un año después, los médicos cerraron definitivamente el expediente. Entonces, asegura Ramón, «fuimos conscientes de la magnitud del milagro y empezamos a hacer las gestiones oportunas para añadir el caso a la causa de canonización». El milagro fue aprobado por el Vaticano después de un minucioso estudio y el Santo Padre canonizará el domingo a Manuel González, «mi médico del cielo».

Un hermano nos recuerda las distintas posturas a adoptar por los fieles durante la celebración de la eucaristía, de conformidad con lo dispuesto en el Instrucción General del Misal Romano (IGMR)



Fuente: ALFA Y OMEGA

XXIX Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Siempre y sin desfallecer

Todavía persiste en muchos cristianos la insana disputa sobre la preeminencia entre acción u oración, lucha o contemplación. La Sagrada Escritura ayuda a descubrir que no se trata de una disyuntiva, sino de dos acentos de una misma realidad: la oración no puede sustituir ni evadir la acción; pero la acción comprometida precisa de la oración para orientar el compromiso y lograr buen fin. El discípulo de Jesús ora y actúa, lucha y contempla. Como enseñaba san Ignacio de Loyola: contemplativos en la acción y activos en la contemplación.

La lógica de la acción es la eficacia
Cuando se exalta la eficacia como el máximo valor de una sociedad, el ser humano termina siendo reducido a un instrumento valorado más por lo que produce que por lo que es. La historia testifica que estos reduccionismos antropológicos no solo han atentado contra la humanidad sino que han expulsado a Dios de la vida pública. En un contexto así, la religión no se entiende, los valores evangélicos son despreciados y la oración es una actividad inútil e improductiva a eliminar. Conviene reflexionar sobre este aspecto porque hoy día muchas personas siguen opinando así. En una sociedad que valora tanto el tiempo y en la que hay urgentes necesidades: ¿para qué sirve la oración?

La lógica de la oración es la confianza
Precisamente el texto evangélico que comentamos trata de responder a esta pregunta. Así lo explica el primer versículo a modo de introducción general del relato: «Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer». El Señor enseña a sus discípulos, en primer lugar, que «es necesario» orar, es decir, que la oración es esencial en su seguimiento. Si Jesús oraba, también sus discípulos. Y, en segundo lugar, el Señor va dando también indicaciones a sus discípulos de cómo han de orar. En este relato puntualiza que siempre y sin desfallecer.
Para ilustrarlo, Jesús pone el ejemplo de un juez y una viuda a modo de parábola. El juez que «ni temía a Dios ni le importaban los hombres» es definido como «injusto». Descrito así, es de esperar su falta de calidad moral para juzgar justamente. Como era habitual en aquel tiempo, los jueces abusaban de su poder y autoridad frente a los indefensos, y no siempre aplicaban justamente las leyes a favor del inocente, sino del mejor postor. El juez de la parábola no escuchaba ni atendía a una pobre viuda desamparada.
La viuda aparece en el texto como una persona vulnerable a quien se niega la justicia constantemente por parte del juez. Sin embargo, ella es persistente en suplicar y exigir justicia hasta lograr su objetivo. Finalmente, el juez accede a considerar su caso, no por la honorable motivación de hacer justicia, sino para evitar la constante molestia e importunidad de la viuda. Las súplicas persistentes de la viuda desamparada triunfan sobre la obstrucción del juez injusto.
Jesús establece una cierta analogía entre la viuda y sus discípulos para advertir que, en primer lugar, deben orar a Dios Padre; y, en segundo lugar, con la misma perseverancia y confianza que la viuda de la parábola. Si hasta un juez injusto se rindió a hacer justicia a una pobre viuda, «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?». Dios supera en justicia y compasión al juez injusto.
Jesús presenta, de nuevo, a un personaje despreciado y marginado –la viuda– como ejemplo para los oyentes. La indefensión de la pobre viuda la obliga a interceder con constancia ante un juez injusto, invocando justicia. Su convicción y confianza fue la fuerza para perseverar insistiendo ante el juez y lograr su objetivo.
Esta parábola evangélica propuesta por Jesús estimula a confiar y ser constantes en la oración. Solo se persevera en la oración si hay confianza de ser escuchados por Dios, si hay fe en Dios. La fe es la base de la oración. La fe mantiene la insistencia y persistencia en la oración de los creyentes, mientras dura la historia, hasta que el Señor vuelva. Pero, como finaliza el texto evangélico, que sirve de reflexión para todos los seguidores de Jesús, «cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos




Evangelio

En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


Lucas 18, 1-8


Málaga acogió el V encuentro de presidentes de los consejos, agrupaciones y federaciones de cofradías de Andalucía

Fuente: PASIÓN EN SEVILLA

Las acciones caritativas y sociales que las Agrupaciones, Consejos y Federaciones de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Andalucía ejercen en favor de las personas más necesitadas ha sido el tema fundamental que los presidentes de los referidos organismos cofrades provenientes de Almería, Cádiz, Córdoba, Granada, Huelva, Jaén, Jerez, Málaga y Sevilla desarrollaron ayer en la capital malagueña con motivo de la celebración del V encuentro de dichas instituciones.
El histórico edificio del antiguo hospital/iglesia de San Julián, sede de la Agrupación de Cofradías malacitana, ha sido el lugar de tal evento, en el cual se ha puesto de manifiesto la cada vez más creciente sensibilidad y capacidad que las corporaciones cofrades andaluzas llevan a cabo en actuaciones caritativas y labores sociales desde sus particulares iniciativas.

Momento de la recepción del obispo de la Díocesis de Málaga, mons. Jesús Catalá, en la antigua capilla del Palacio Episcopal.
Entre otras consideraciones, y dentro de las dificultades estadísticas de poder cuantificar unas cifras de aportaciones económicas y un compendio sobre acciones asistenciales a nivel andaluz, de las cuales se benefician cientos de miles de personas, los presidentes cofrades consideraron de vital importancia incrementar los esfuerzos al respecto promocionando con transparencia pública todo lo que en estos menesteres se viene ejerciendo, incentivando la labor del voluntariado, fomentando iniciativas que promuevan la generación de nuevos recursos y, especialmente, procurando una conveniente orientación para que la población asistida puedan ser objeto igualmente de una formación y apoyo de cara a lograr su propia y autónoma subsistencia social.
Con anterioridad a la reunión de trabajo del pasado viernes, los responsables cofrades departieron una recepción oficial con el obispo de la Diócesis malacitana, Jesús Catalá, en las dependencias del Palacio Episcopal, a la vez que aprovecharon la ocasión para visitar enArsMálaga la exposición “Misericordia”. En dicha recepción, la primera autoridad eclesiástica malagueña animó a los presidentes “a continuar y a incrementar la labor social que sus respectivas instituciones ejercen y a seguir actualizándose con nuevos tiempos”.
El pasado sábado, el encuentro deparó a primera hora de la mañana un acto institucional en la sede agrupacionista, al cual asistieron las primeras autoridades locales, provinciales y regionales, poniéndose de manifiesto por parte de todas las instituciones representadas la gran labor social que llevan a cabo las cofradías y hermandades en sus respectivas localidades andaluzas. En este mismo sentido, Pablo Atencia, presidente de la institución cofrade malagueña, ha valorado como muy positivo el hecho de que Málaga haya podido acoger este encuentro, “especialmente porque hemos profundizado, desde nuestra Fe, en el servicio que prestamos a la sociedad”. 
Esta última jornada ha concluido con la asistencia de los presidentes cofrades andaluces a los actos conmemorativos del 75º aniversario de Santa María del Monte Calvario, titular de la hermandad de la Sagrada Mortaja, en el santuario y barrio de la Victoria.

El próximo encuentro tendrá en la ciudad de Jaén, los días 21, 22 y 23 de abril, justo durante el fin de semana siguiente a la Semana Santa de 2017.