Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 28 de enero de 2016

Palabras del rendido homenaje que nuestra Hermandad dedicó a los hermanos Francisco Barra Bohórquez, Antonio Márquez Abadía y Antonio Gómez Márquez

Queridos director espiritual de esta Santa Hermandad, compañeros de Junta de Gobierno, hermanos y hermanas, cofrades, señoras y señores:

El día grande de la Solemne Función Principal de Instituto siempre hace fluir y confluir una densa suerte de componentes emocionales. Supone algo así como un refrendo de Fe, como un sello de tinta eterna, como una afirmación y una confirmación que renovamos en virtud de nuestra naturaleza cristiana, por encima del tiempo y por debajo de las modas y los modismos. Para la Hermandad supone el signo visible y corporativo de su férrea lealtad a los dogmas de la Santa Madre Iglesia. Mantenida a lo largo de años, de décadas, de siglos.
También la Función Principal de Instituto nos aporta y nos reporta, cada año, un incentivo, un plus sentimental. Porque nos agita la memoria, nos remueve la nostalgia. Paraliza el tiempo. Detiene la Historia. Y la actualiza y la refresca… Para deslizarnos hacia atrás y hacia adelante en el calendario. Y así observamos de nuevo, junto a todos nosotros, a aquellos hermanos –ejemplares- que cierto día marcharon al encuentro del Padre. Nuestros hermanos difuntos que siempre regresan a la realidad de la Hermandad en la jornada jubilosa y encendida de la Función Principal.
La Función Principal de Instituto, hermanos, igualmente es luz y presente, es vida y presente, y significado y presente. Y en el aquí y el ahora de esta mañana luminosa, nos honra y nos contenta y nos congratula –según sagrada costumbre interna- honrar la perseverancia, la constancia, la tenacidad de tres cofrades que han sido y son muchísimo en el seno de nuestra corporación nazarena. Tres referentes, tres veteranos insignes, tres espejos de cristal de brillo.
Tres de los nuestros, de los de siempre, que además, en este memorable año de 2016 cumplen 50 años de antigüedad en el censo, en la nómina de hermanos. 50 años de servicio y de entrega sencillamente por amor.
Nos referimos a don Francisco Barra Bohórquez, don Antonio Márquez Abadía y don Antonio Gómez Márquez, tan conocidos ellos por todos vosotros, tan reconocidos en la lumbre de una trayectoria superlativa,  tan registrados en los paradigmas del aplauso tácito, secreto, mantenido como el anagrama y como el símbolo del tesón y la fidelidad a una túnica, a una causa, a la misión del cofrade que Evangeliza y del discípulo de Cristo que se reviste del hábito blanco de la humildad y el compromiso callado pero eficiente, incondicional, categórico, absoluto, ilimitado.
Tanto Antonio Márquez Abadía como Antonio Gómez Márquez son cofrades marcados por la discreción y la amabilidad de formas. Reservados, cautelosos, enemigos de protagonismos. Así son los Antonios. Muy queridos en el seno de esta Hermandad. Hombres de experiencia dirigente en Juntas de Gobierno (el primero como Consiliario Adjunto al Hermano Mayor y el segundo como Teniente Hermano Mayor y director de cofradía). Hermanos cercanos y agradables. Silenciosos. Obreros del sendero de Cristo en clave de rigor penitencial, de apostolado que jamás conoce el cansancio, de perduración y de defensa a ultranza del espíritu que nos caracteriza y nos avala.
De nuestro admirado Paco –Paco Barra-… ¿qué podríamos decir que  todos ustedes no conozcáis de sobras? Pecaríamos por , nos quedaríamos cortos, si pretenderíamos –en nuestra osadía, en nuestra ufanía- aproximarnos, siquiera grosso modo, a su legado, a su ejemplo, a su enseñanza, a su desprendimiento, a su categoría cofradiera, a su compromiso, a sus alegrías y a sus sufrimientos en pro de la Hermandad, de su Hermandad de las Cinco Llagas…
Recayó en nuestras filas nazarenas –hace cincuenta años- precisamente por amor al prójimo, cubriendo entonces la estación penitencial de un amigo y hermano que, por caprichos del azar y la enfermedad, no pudo vestir la túnica blanca aquella Madrugada Santa. Paco, al quite, lo hizo por él. Fue el principio de una relación, de una correlación, de una dependencia, de una reciprocidad, la de Paco y su Hermandad de las Cinco Llagas, que ya nunca a partir de entonces bajaría enteros ni conocería paréntesis… Los dignos hijos de Dios no descansan jamás: tampoco cuando los calvarios personales hacen tortuoso y sufriente el camino que conduce a la grandeza de la Cruz.
Paco nos ha enseñado cómo hay que querer a la túnica blanca. Cómo hay que querer a la Madre de Dios. Cómo hay que querer a quienes se fueron. Cómo hay que querer a los que vendrán. Casi de benjamín, siendo un chiquillo, ya ocupó cargo de secretario en una Junta de Gobierno repleta de cofrades venerables y eximios (nuestros históricos antecesores) y posteriormente, muy joven aún, pronto ocuparía cargo de Hermano Mayor. Lo ha sido por merecimientos propios en tres ocasiones y en dos etapas muy diferentes de la historia reciente de la Hermandad. En ambas ha dejado huella… Dejándose la piel y las horas y las deshoras en el cumplimiento del deber encomendado.
Paco es un hombre de Iglesia que nunca pierde la Esperanza. ¿Cómo va a perder la Esperanza? Ha sabido inculcar a su familia y a sus cuatro hijas el valor del esparto ajustado a la cintura y la trascendencia del cirio encendido bajo la soberana lección testimonial de la Luna de Nisán.
Paco es seriedad, es autoridad, es Hermandad y es familia. El nazareno decano de todos cuantos nos revestimos de Cristo en la Santa Madrugada.
Sólo Dios sabe la suma de la aportación de Paco al devenir de nuestra institución cofradiera. Ni nosotros ni nadie. Ya lo dijo Tomás de Kempis: “No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres. Y no puedes ser más grande ni más pequeño de lo que Dios sabe que eres”.
Así es, hermano Paco. Eres -¡casi nada!- lo que Dios sabe que eres.
Y lo que nosotros hemos recibido a mansalva de tu persona. De tu gran persona.
Hoy nos sentimos felices. Rendimos homenaje a tres hermanos de verdad. Tres hermanos que sirven a Cristo y nos sirven como método de aprendizaje. Esta Hermandad –vuestra Hermandad- de las Cinco Llagas se siente altamente orgullosa de vosotros.
Nos habéis dado mucho, muchísimo. Nosotros, ahora, os respondemos con la voz emocionada y con el gesto sincero. Estaréis por siempre instalados en el epicentro de nuestros corazones. Siempre, sí, en el epicentro de nuestros corazones. Y esto que os digo… ¡esto que os digo!... también Dios lo sabe.

Que el Señor de la Vía-Crucis os proteja y os colme de bendiciones.
   


Más de sesenta hermanos acuden y disfrutan de la fraternal Comida de Hermandad

Cofrademanía y Diario de Jerez se hacen eco del entrañable homenaje a nuestros cofrades cincuentenarios





Memorable e histórica Función Principal de Instituto que además acoge el emotivo homenaje a los hermanos cincuentenarios Francisco Barra Bohórquez, Antonio Márquez Abadía y Antonio Gómez Márquez













Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Seducción y persecución

Continuamos en este domingo con el pasaje evangélico relatado el domingo anterior. En el contexto litúrgico de la sinagoga de Nazaret, después de proclamar y explicar la lectura profética, Jesús manifiesta ante la atenta mirada de sus paisanos que el futuro Mesías al que hacía referencia la antigua profecía de Isaías era Él, el hijo de José, el que se había criado entre ellos, su pariente y al que conocían bien desde su infancia.
Dice el texto que la primera reacción de los presentes fue la aprobación: «Todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca». Sin embargo, pronto surge la duda entre los oyentes: ¿cómo va a ser el Mesías si este es el hijo de José? Y, tal vez, exigieran pruebas, signos de su mesianidad, como lo había hecho en Cafarnaúm. El discurso de Jesús advierte a sus paisanos de su falta de fe en Él y de la imposibilidad de los signos que exigen, porque «ningún profeta es aceptado en su pueblo». El pueblo recibe estas palabras como una provocación y manifiesta su incomprensión y rechazo, lleno de ira, queriendo acabar con él: «Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y levantándose lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio […] con intención de despeñarlo». Se sentían avergonzados de que un pariente y paisano suyo se autocalificara como el Mesías de Dios.
Es decir, desde el inicio de su ministerio, en su mismo pueblo, Jesús experimenta la aprobación y el rechazo, la acogida y el desprecio, que van a marcar su misión hasta el final de su vida. Este es el sino de todo profeta, como recuerda el texto de Jeremías proclamado en la primera lectura. Jeremías es consciente de ser elegido por Dios desde el seno materno para ser profeta de las naciones. Dios le pide «decirles todo lo que te mande»; y ante las previsibles consecuencias le dice: «No les tengas miedo». Tal vez sea una de las expresiones más hermosas de toda la Escritura. Dios le asegura su compañía y fortaleza ante las inevitables dificultades, asegurándole: «Lucharán contra ti, pero no te podrán», porque «yo estoy contigo».
El profeta, como todo apóstol y discípulo de Jesucristo, se debate entre la seducción y la persecución de este mundo. La gente le seduce con halagos y alabanzas para ganarle a sus criterios, para usarle a su antojo y manipularle según el propio interés; incluso para deformar la Verdad a gusto de las modas y corrientes ideológicas del momento. Pero si se opone con razones propias, defiende la Verdad y contradice lo más mínimo sus planteamientos, pasa inmediatamente a ser perseguido. Desde entonces se convierte en el enemigo más peligroso y buscarán aniquilarle o desprestigiarle por todos los medios posibles. Es decir, ha comenzado su pasión, su personal abandono y martirio; como muchos hermanos nuestros a lo largo de toda la historia de la Iglesia.
Quiero recordar a tantos hermanos nuestros perseguidos en la actualidad injustamente por defender su fe en diversos lugares del mundo. Son mártires que nos enseñan a decir un sí sin condiciones al amor por el Señor; y un no a los halagos y componendas injustas con el fin de salvar la vida o gozar de un poco de tranquilidad. No se trata solo de heroísmo sino de fidelidad. El Papa Francisco ha manifestado recientemente que estamos en una época de mártires. Mártir, en griego, significa testigo; y hay una estrecha relación semántica entre ambos términos. No son testigos por ser mártires, sino que son mártires por ser testigos.
Al concluir, invito a todos los lectores cristianos a meditar valientemente el Evangelio de este domingo. En este momento histórico, en las circunstancias particulares de cada uno, estamos llamados a ser profetas, discípulos y apóstoles de Jesucristo, testigos, mártires.


Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.



Lucas 4, 21-30






domingo, 24 de enero de 2016

Recordatorio: La Solemnísima Función Principal de Instituto tendrá lugar a las 12,30 horas en San Francisco y será oficiada por nuestro Director Espiritual P. José Luis Salido Mateos, O.F.M.



Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA


III Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Ungido y enviado

Contemplamos en el Evangelio de este domingo los primeros pasos del ministerio mesiánico de Jesús. Su tarea fundamental es cumplir la misión encomendada por el Padre y anunciar el cumplimiento de las antiguas profecías en Él. Jesús aparece como el Mesías enviado por Dios para anunciar su Palabra de salvación a todos los hombres, especialmente a los más pobres.
En el hermoso pasaje del libro de Nehemías, seleccionado como primera lectura, el sacerdote y escriba Esdras recupera el Libro de la Ley entre las ruinas del templo de Jerusalén. El pueblo de Israel, que vuelve del exilio, apenas recuerda ya la Palabra de Dios. Esdras se apresura a convocar la asamblea, levanta un estrado en la plaza pública y comienza a leer el Libro de la Ley de Dios en presencia de todos. La descripción del autor sagrado es conmovedora por la riqueza de detalles descriptivos: «Todo el pueblo estaba atento al Libro de la Ley[…] al abrir el libro, el pueblo entero se puso en pie […] los levitas leían el Libro de la Ley de Dios con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieran la lectura».
El pueblo de Dios escucha atento la Palabra de Dios con veneración y los levitas la explican para ser comprendida. Dios habla al pueblo por medio de su Palabra proclamada. Y el pueblo responde con aclamaciones de adhesión a ella: «Amén»; y celebrando un banquete de gozo y comunión.
En el Evangelio de Lucas, Jesús inaugura su ministerio mesiánico en Galilea asistiendo en sábado a la sinagoga de Nazaret. Participa en la liturgia sinagogal, donde se proclama la lectura continua del Pentateuco y posteriormente se elige un pasaje de los profetas como segunda lectura. Jesús, invitado a hacer la segunda lectura, selecciona y lee el texto de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí […] me ha ungido […] y me ha enviado […]». Es una profecía mesiánica que anuncia la identidad y misión del futuro Mesías, bien conocida por los judíos fieles y practicantes. A continuación, Jesús interpreta este texto ante la atenta y desconcertada mirada de todos: «Hoy se ha cumplido esta Escritura». Dice el texto que todos tenían los ojos fijos en él y que estaban admirados de su doctrina.
Jesús comienza su ministerio público, tras su bautismo y tentaciones en el desierto, manifestándose Mesías precisamente en su pueblo, entre sus conocidos y parientes. Él es el Ungido de Dios por el Espíritu para ser enviado a anunciar la Buena Noticia del Reino a los desheredados y pecadores de la tierra, necesitados de la salvación.
En Nazaret comienza a anunciar la Palabra de Dios; y allí comienza el pueblo a escuchar su Palabra. Esta es la lógica propuesta por el Evangelio: Dios habla y el pueblo escucha; Dios propone y el pueblo responde.
Y esta lógica teológica de la revelación se manifiesta también en nuestra celebración l itúrgica. Primero Dios habla en la liturgia de la Palabra y después el pueblo responde con su oración. Escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas bíblicas proclamadas no como si fuera la lectura literaria de una obra clásica, sino como Palabra de Dios «viva y eficaz» para nosotros, como dice san Pablo. ¿Qué quiere decir esto? Que no es una palabra muerta, sino eficaz, porque actúa interiormente –por obra del Espíritu Santo– en aquel que la escucha con fe. En las lecturas proclamadas en la liturgia «Dios habla a su pueblo». Alguien podría objetar que siempre proclamamos la misma Palabra bíblica y que esto puede resultar aburrido y tedioso. Es verdad que siempre es la misma Palabra, pero nosotros siempre somos diferentes. En cada momento de nuestra vida, la Palabra de Dios puede ser una luz viva, eficaz, decisiva, como muy bien comprendió el salmista cuando afirma: «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida […] son descanso del alma […] alegran el corazón […] y dan luz a los ojos» (Sal. 18).

Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21






Destacados de la predicación del P. Antonio Jesús Jaén Rojas en el quinto día de Quinario

Cuando el mar de nuestra existencia se encrespa, viene la tormenta del dolor y sacude la barca de nuestra existencia, todos buscamos un puerto de consuelo: nuestra madre.
El puerto de consuelo son nuestras madres, de tal manera que en la vocación materna está inserta esa vocación de consuelo.
El recién nacido, en cuanto escucha el soniquete de la canción del corazón de la madre, se calma.
Y lo que dice esa canción es “te amo”. Y te lo canta seas como seas.
Vamos creciendo, y cuando tenemos tres años, ¿quién le sostenía?
También nos sostienen en nuestras caídas.
Y vamos creciendo, y si nos ponemos enfermos, el tener la madre al lado hace que se quite el dolor.
Cuando nos hacemos mayores... igual. Y si nos falta, ¡cuánto la echamos de menos!
La tarea de consolar no puede quitar el dolor. Pero sí pueden al consolarnos, ayudarnos a sufrir, a soportar el dolor. Ella es la que consuela al Hijo en su Vía-Crucis.
Ya quisiera Ella que lo que le hicieron a Su Hijo se lo hubieran hecho a sí. Ya hubiera querido Ella que la Pasión y Muerte del Señor hubiese sido para Ella. Su Pasión habría sido mucho más amarga y más dolorosa si a Él le hubiera faltado la Madre.
Soy muy mariano. Para mí la devoción a la Virgen es vital.
Ella siempre está ahí: al pie de la cruz de mi dolor. Y al igual que acompañó a Su Hijo, nos acompaña a nosotros en las cruces de nuestro dolor.
¡Cuántas veces la vida nos ha herido, y siempre ha estado Ella para consolarnos!
Aunque mi amor te olvidare, tú no te olvidas de mí.
Así sea.




sábado, 23 de enero de 2016

Destacados de la predicación del P. Antonio Jesús Jaén Rojas en el cuarto día de Quinario

En el himno Stabat Mater llega un momento en que se pregunta "¿Cuál es el hombre que no llora?".
¿Qué corazón duro hay que no se conmueva con las lágrimas del Señor?
¿Quién no llora al ver al Señor en Getsemaní?
Hay que tener el corazón duro como una piedra para no conmoverse ante el Prendimiento ¿O quién no contempla a Jesús con la cruz a cuestas y no se conmueve?
¿Y crucificado? ¿Y puesto en el sepulcro?
Aquí se han plasmado los episodios de la Pasión en preciosas imágenes devocionales.
Hay un teólogo que dice que Cristo sigue sufriendo su Pasión hasta el fin del mundo;  en los sufrientes.
Donde hay un hombre sufriendo estamos llamados a contemplar la Pasión sufriente de Jesús.
¡Qué fácil es emocionarse ante la imagen de Jesús Prendido! Pero qué pena que no nos emocionamos de la misma manera ante los hermanos sufrientes. Y no vamos a la cárcel a ver la cara de Cristo allí, en los presos.
Por eso cada vez que voy a la cárcel digo que voy a entrar en contacto con Cristo.
O ¡qué fácil es emocionarnos ante Jesús Flagelado¡ Pero no nos emocionamos por los hermanos que hay flagelados por la crisis económica. Por los que no tienen para comer o para pagar el recibo de la luz.
O ¡cuánto nos emocionamos por el Cristo Coronado de espinas! Pero no nos emocionamos con los cristos -nuestros hermanos- abandonados.
Y aunque nos emocionamos con el Señor de la Vía-Crucis, no nos emocionamos con los hermanos que cargan con la cruz de le exclusión y la marginación.
Sin embargo, nosotros los cristianos estamos llamados a ver a los cristos sufrientes.
En las Hermandades, cuántas veces hacemos donaciones para nuevos enseres... pero no colaboramos para paliar las necesidades de los más pobres.
El Señor te va a preguntar cuánto has amado.
“Porque tuve hambre y me disteis de comer...” que le pregunten a esta Europa que cierra las puertas.
Por eso, no perdamos nunca de vista el origen caritativo de las Hermandades. Luego ya vinieron las imágenes. Primero fue contemplar al Cristo sufriente vivo, y luego ya vino la contemplación a través de las imágenes. Y puede ser que hayamos pasado de la devoción verdadera a una afición.
San Juan de Dios recogía a los enfermos abandonados y moribundos por las calles. Y como sería delgadito, cuando cogía sobre sus hombros a un enfermo  le decían que lo dejara que se iba a reventar. Él respondía que no le pesaba, porque era su hermano.
Así, una vez, mientras lavaba las llagas de un enfermo vio que le había cambiado la cara y era Cristo.
La madre Teresa de Calcuta, ante la pregunta de una periodista de cuánto tiempo del día dedicaba a la oración, ella respondió que se llevaba las 24 horas del día orando. La periodista le dijo que era imposible porque no la había visto. Pero Madre Teresa adujo que todo lo que ella hacía era oración, pues continuaba la misma cuando atendía a los enfermos, viendo a Cristo en ellos.






viernes, 22 de enero de 2016

Destacados de la predicación del P. Antonio Jesús Jaén Rojas en el tercer día de Quinario

San Juan de Ávila, Patrón de los sacerdotes en España y .Doctor de la Iglesia, decía: “He aprendido más contemplando la Pasión y la Cruz de Jesús que en todos los libros que he leído en mi vida” (y fueron muchísimos, ya que era un gran erudito).
La Cruz es nuestra gran Escuela. Es Escuela de vida cristiana. Lo que aprendemos del Maestro en su Pasión, lo tenemos que vivir n nuestra vida. En la Escuela de la Cruz aprendemos las actitudes que tienen que reinar en la vida de un cristiano.
La Vía-Crucis, la advocación nuestra, es nuestra vida. El discípulo va siempre detrás de su maestro, y vamos en la vida siguiendo las enseñanzas del Maestro. Hoy nos vamos a meter en la escuela que se llama Vía-Crucis y vamos a ver qué asignaturas nos enseña:

1ª- Carga con tu cruz. Nuestra existencia es un camino y a veces la vida se empina tanto que se levantan calvarios: cuando hay acontecimientos que caen en tus espaldas como una cruz pesada. A veces nos tocan vivir calvarios empinadísimos: una enfermedad, la muerte de un ser querido, u otra persona –tu jefe, tu suegra, tu marido…-.
Ese subir calvarios en tu vida te hace a veces caerte y gritar “no puedo más”. Y nos cansan, y nos hacen decir que no podemos más… En esos momentos en que nos sentimos aplastados, Jesús se hace tu Cireneo.
Hay en Asís, en la Basílica de San Francisco, una pintura que representa al santo llevando la cruz y al Señor de cireneo. Cuando tú no podías, Otro te pone la fuerza, y puedes.
Quizá alguno esté pasando por esto. Si es tu caso, grítale a Jesús “Jesús mío, que no puedo”. Y Jesús, que siempre va detrás mía, me ayuda con la cruz de cada día.
No se te ocurra tirar tu cruz ni pensar que la tuya es la más pesada del mundo.  Cuenta la leyenda que un hombre fue a ver a San Pedro para tratar de cambiar su cruz por otra. Tras probar veinte, no veía con buenos ojos ninguna de ellas, todas le parecían muy pesadas, hasta que encontró una a la entrada que le pareció ideal. Y San Pedro le dijo: “Hijo mío, es la misma que tú traías y que dejaste en ese lugar para probar las otras, pero ya no te acordabas”. La cruz está hecha a nuestra medida.

2ª- Al odio, responde con amor. Jesús te enseña que a una bofetada pongas la otra mejilla ¿Cómo vamos nosotros con la asignatura del Perdón? Vemos a gente que nos ha hecho daño y ¿qué pensamos? ¿Tenemos pendiente la asignatura del Perdón?

3ª- Humildad. Jesús de la Vía-Crucis nos enseña a ser humildes o a ser soberbios? ¿Cómo vamos con la asignatura de la Humildad?

4ª- Entrega. Otra de las asignaturas que nos enseña el señor de la Vía-Crucis es la Entrega ¿Soy un egoísta? ¿Me cuesta dar de lo mío? ¿Doy según tú me das’ ¿Qué nota nos ponemos en la asignatura de la generosidad?


Y así podríamos seguir y seguir, porque todas las actitudes que tendríamos que tener en la vida cristiana están en la Escuela de Su Cruz. Él te va enseñando todo y tú te vas poniendo nota.
Si hemos suspendido, para eso están las clases particulares.
“Al atardecer de la vida te examinarán del amor” decía San Juan de la Cruz. Y ese examen no lo podemos suspender.

No olvidar nunca que Él es nuestro Maestro;  ¿Él qué te está enseñando, a perdonar o a tener rencor? Mirando a su Imagen, hacer lo que Él nos enseña. Tratemos de ser buenos alumnos de este Divino Maestro.


Destacados de la predicación del P. Antonio Jesús Jaén Rojas en el segundo día de Quinario

A nosotros, como a Pedro, nos cuesta digerir la cruz y encajarla en nuestra vida diaria.
Imaginaos que la cruz de Jesús va abriendo surco en el suelo, y detrás de la cruz, vas tú.
Nuestro destino, al igual que el de nuestro Maestro, es también destino de cruz.
A Jesús comienza a seguirle un a multitud de gente (antes fue la multiplicación de los panes, las curaciones…) pero Jesús, cuando ve a una multitud que le sigue les dice que no le siguen porque compartan su proyecto, sino porque les da de comer.
En ese momento, Cristo dice que lo que anuncia es cruz. Y muchos lo abandonaron. Vivimos en una sociedad vampiro, porque para ahuyentar a la gente basta con enseñar la cruz.
Antes había crucifijos en los colegios públicos y en los hospitales públicos, y fueron tirados a la basura… En nuestros hogares, en el cuarto de los niños… ¿qué hay? En nuestros cuellos… ¿qué llevamos colgado? Yo he visto de todo.
Estamos en una sociedad         que rechaza la cruz porque estamos en una sociedad montada sobre tres pilares  que la cruz rechaza (pues son los que arruinan la Tierra):
-El SER: “Yo soy”. Y en cuanto alguien no te considera, ya tú te vienes abajo ¿De qué te está hablando la cruz? ¿de soberbia –de ser- o de humildad –no ser-? En un mundo donde se propugna la soberbia no soportamos ser el último mono. Y cada vez que no aceptamos ser pequeños estamos rechazando la cruz.
Pequeñas cosas hacen responder desproporcionadamente porque nos vemos heridos en nuestra soberbia. Acepta ser humilde. El que lo acepta está abrazando el modelo de vida que Jesús le da.
-El TENER: Estamos metidos en un consumismo y materialismo exacerbado. Y hay unos símbolos del tener.
¿La cruz te está hablando de entrega o de egoísmo? La cruz te está pidiendo que ames hasta la entrega.
Dos ejemplos actuales: ¿Por qué nacen sólo el 20% de los niños con Síndrome Down de antes? Por la famosa prueba de la amniocentesis, que además, ya de por sí es muy arriesgada. Se aduce: “para que no sufra”. Pero será para que no sufra la madre. Se matan para que tú no sufras. Porque estamos en una sociedad que no se quiere entregar.
Otro ejemplo: los hijos que ingresan a sus ancianos padres en residencias por distintos motivos, pero la realidad es que se hace para no renunciar a salir, a la Feria
-El PODER: Ahora se ve también en las redes sociales cómo nos despachamos tan a gusto con los hermanos, cómo los ponemos a parir, y no tenemos derecho a arruinarle la fama al hermano. Y con las elecciones en las Hermandades qué decir… la sociedad está hablando de poder, y la vocación es de servicio. Podrás ser hermano mayor si lo que vas a hacer es servir a tus hermanos.
Por eso estamos en una sociedad que rechaza la cruz y colisiona con ella. Cuando tú no entiendes tu ser cristiano desde el servicio estás diciendo “cruz no, gloria sí”.
La cruz es maestra de humanidad. Hoy el Señor de la Vía-Crucis te ofrece su cruz para que la abraces. Digámosle: “sí, Señor, quiero seguirte como programa de vida”. Y pongamos los valores de la humildad, la entrega y el servicio en nuestra vida.




Destacados de la predicación del P. Antonio Jesús Jaén Rojas en el primer día de Quinario

Si contemplamos al Señor de la Vía-Crucis, lo primero que conmueve es la manera, la ternura con que abraza la cruz, como queriendo abrazar en el madero la voluntad de su Padre del Cielo.
“Para esto he venido, para un destino de cruz”. Pero este destino no es fácil de digerir. No es fácil de encajar que el destino de Jesús era un destino de cruz.
En el pensamiento de un judío, el mesianismo había que entenderlo en claves puramente políticas y terrenales (sería Rey con todas las prerrogativas de Rey: trono, ejército, poder…).
Cuando Andrés  se encuentra con Jesús y Juan el Bautista le indica que le siga, el pensamiento de Andrés es el de un judío: pensaba que algún trozo de poder le tocaría a él.
Andrés, loco de alegría, se fue corriendo y se lo dijo a su hermano Pedro. Éste pensó lo mismo: pensaban que si se pegaban a él la tarta que le tocaría sería gorda.
Jesús pensó que cuando vieran el trono de la cruz en Jerusalén será un fracaso estrepitoso: por eso anuncia en tres ocasiones su Pasión. Les advierte que a Jerusalén no va a ocupar un trono de gloria humano, sino un destino de cruz.
Pedro lo coge aparte, pero Cristo le dice “apártate de mí, Satanás…”. Y a Pedro se le vino el mundo abajo, pero no se dio por enterado.
En el segundo anuncio de la Pasión salta la  madre de los Zebedeos, Juan y Santiago, y como cualquier madre, lo coge aparte y le pide cargos para sus hijos. Los otros se dan cuanta y se forma la trifulca.
Entonces Jesús los sienta otra vez y les advierte de nuevo que a Jerusalén va a la cruz.
Llega la Transfiguración. Está muy cerca de Jerusalén. Pedro, cuando vio el Tabor le propone quedarse allí. El Evangelio dice “no sabía lo que decía”.
Llegan a Jerusalén y llega el momento de la cruz; y cuando ven la sombra de la cruz, todos lo abandonaron. Seguían a Jesús por otros proyectos de gloria humana…
Pedro, cuando ya era Obispo de Roma, escapa una noche de la ciudad –eran momentos en que mataban a los cristianos-, y cuando iba por las afueras le dice el Señor “¿dónde vas?”. Y se vuelve de nuevo a Roma y abraza como su destino a la cruz.
Que no seamos como Pedro. La cruz cuesta digerirla.

En la Imitación de Cristo se dice: “qué de amigos tienes de tu mesa, pero qué pocos de tu cruz”. Si seguimos a Jesús, el destino de Jesús es nuestro destino.


sábado, 16 de enero de 2016

Recordatorio: El próximo lunes a las 20.30, Solemne Traslado del Señor de la Vía-Crucis a su altar de Quinario

Fraternal Comida de Hermandad

Tras la Solemnísima Función Principal de Instituto, en la que recibirán un emotivo homenaje los hermanos cincuentenarios don Francisco Barra Bohórquez, don Antonio Márquez Abadía y don Antonio Gómez Márquez, y como viene siendo tradición en esta Santa Hermandad, igualmente celebraremos la anual COMIDA DE HERMANDAD que tendrá lugar en el Mesón La Alcazaba. Momento es de estrechar más aún nuestros fraternales lazos y en el que siempre mucho disfrutamos por poder compartir un ameno encuentro con los hermanos. El precio del almuerzo asciende al muy módico precio de 11 EUROS y presenta un menú consistente en: primer plato: Arroz con langostinos y espárragos, segundo plato: a elegir entre Carrillada en salsa de oloroso o Bacalao en salsa ‘alcazaba’, postre: tarta tres chocolates (elaborado por el propio mesón) e incluye pan y 1 bebida. Todos los hermanos y cofrades que deseen sumarse a tan fraternal encuentro de convivencia han de confirmar tanto asistencia como la elección del segundo plato a través del correo cincollagasjerez@gmail.com o bien contactando con el hermano secretario don Ernesto Romero del Castillo (699615525). Animamos a todos los hermanos a que nos acompañen en dicha convocatoria, en la que podremos revivir los exitosos frutos de la reciente celebración del LXXV Aniversario.


viernes, 15 de enero de 2016

Recordatorio: Igualá de la cuadrilla de María Santísima de la Esperanza


Galería del Solemne Besamano a María Santísima de la Esperanza del pasado 18 de diciembre

Fotografías amablemente cedidas por N.H.D. José Soto Rodríguez






















Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Caná

Tras el tiempo de Navidad, iniciamos un nuevo c i clo litúrgico denominado tiempo ordinario, o tiempo durante el año. Es el tiempo más extenso de todo el año en el que celebramos el misterio de Jesucristo en plenitud y donde el domingo se convierte en el centro de la semana, que convoca a toda la Iglesia para hacer memoria del misterio pascual y celebrar la Santa Eucaristía.
El texto del profeta Isaías que se proclama en este domingo como primera lectura evoca la imagen nupcial de las bodas para referirla a la alianza de comunión deseada por Dios para con su pueblo Israel. La alegría que experimenta el marido con su esposa sirve para evocar la alegría que encuentra Dios en comunión con su pueblo. Y este deseo de Dios está descrito en términos amorosos, nupciales: «Por amor de Sión no callaré, por amor no descansaré…». Es un lenguaje poético y profético, porque Isaías aventura que los pueblos futuros verán la salvación de Dios.
Este texto está en perfecta consonancia con el pasaje evangélico de las bodas de Caná. Jesús, rodeado de sus discípulos y acompañado por María, su madre, inicia su ministerio mesiánico en un ambiente nupcial. Son invitados a una boda. Se presiente el clima de alegría. Pero, cuando nadie lo espera, hay un contratiempo: «No tienen vino». Es presumible el disgusto de los novios y el sufrimiento de sus familias si conocen la noticia. Ante la atenta mirada de María y sus entrañas maternales, Jesús se ve forzado a anticipar la hora, el comienzo de sus signos salvíficos. En Caná de Galilea Jesús hace su primer milagro, el primer signo que muestra a los hombres su verdadera identidad.
Solo Jesús podía hacer este gesto que abruma las mentes racionales de algunos de los presentes y quebranta hasta las mismas leyes de la naturaleza. Expresa a través de una acción visible su verdadera identidad invisible a los ojos humanos. A través de este primer signo salvador –con el que Juan inaugura el Libro de los Signos de su Evangelio– Jesús manifiesta su gloria, revela quién es en realidad: el Mesías.
Juan concluye el relato insistiendo en las consecuencias de este primer signo de Jesús: «Manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él». Sin embargo, hay una serie de aspectos, a mi juicio importantes, que reclaman atención. Es curioso que los protagonistas del relato de esta boda no son los novios, sino dos de sus invitados: María y Jesús. Jesús muestra reticencia a iniciar sus milagros porque la falta de vino no tiene que ver con él, es responsabilidad del novio; y esta no es su boda. La insistencia de María obliga a Jesús a estar solícito a las necesidades de los esposos. Ante la crisis inesperada, Jesús no reprocha la irresponsabilidad de nadie; respeta el papel del mayordomo y el prestigio del anfitrión, y proporciona vino en abundancia (se calcula más de 700 litros) y de muy buena calidad. Más aún, el mayordomo y el esposo no son conscientes de la crisis; incluso desconocen el origen del agua convertida en vino. Es más, el mayordomo felicita al esposo por haber reservado para el final el vino mejor.
¿Qué quiere decir todo esto? Que Jesús hizo este milagro no buscando su propia gloria, sino dejando el protagonismo a quien le correspondía. Respetó la petición de la madre y el curso lógico de la boda. Su acción pasó desapercibida para todos, menos para María y los discípulos. Por eso, creció la fe de sus discípulos en Él. Amén de otros muchos interesantes aspectos, el texto evangélico de este domingo destaca la humildad de Jesús. Como dice el texto evangélico, manifestó su gloria, pero no buscó su gloria; sino el bien de los demás. Esta es la lógica de Dios, el proceder del Mesías: la humildad.

Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos




Evangelio

A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al esposo y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.


Juan 2, 1-12